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Desde la Asociación Profesional Extremeña de Antropología (APEA) queremos agradecer a l@s antropólog@s la postura implicada y comprometida que están adoptando en las situación actual. Al mismo tiempo animamos a tod@s ell@s a continuar por esta senda, contarán con nuestro apoyo. ¿De qué sirve educar y formar profesionales si esta es la vida y el mundo que les vamos a dejar? ¿De qué sirve estudiar, construir, trabajar en el mundo académico si luego los conocimientos adquiridos no se aplican a la sociedad? Hoy os ofrecemos el artículo "En lugar de jodernos, ¿por qué no nos gasean directamente?", del antropólogo Jesús Contreras.

En lugar de jodernos, ¿por qué no nos gasean directamente?

Quizás haga falta saber mucho de economía, de política económica y de economía política para entender cuáles son las razones de esta crisis, así como para entender la “racionalidad” de las medidas que se están tomando en España para atajarla. Pero, creo, no hace falta saber mucho de economía, de política económica y de economía política para saber qué es lo que va a suceder en un futuro muy inmediato.

Lo que está sucediendo es lo siguiente: aumento constante del paro, recortes importantes en las prestaciones sociales en general y en educación y sanidad en particular, disminución de los salarios e, incluso, supresión de la paga extra de Navidad para los funcionarios (e, indirectamente, también, para la mayoría de productores y comerciantes), disminución en las prestaciones al desempleo, aumento de los impuestos sobre los rendimientos del trabajo y aumento de los impuestos en general a través del aumento del IVA lo que, a su vez, supone una escalada generalizada de los precios, etc. Dicho de otro modo, la ciudadanía en general (pero no aquellos que se permiten aumentar en un 20% el consumo de bienes de lujo) dispone cada vez de menos dinero para realizar sus compras, para pagar sus hipotecas, para acceder a una educación y a una salud dignas e igualitarias, etc. Y, así, podemos observar ya algunas de las consecuencias: recesión generalizada en el consumo, aumento de las familias desahuciadas de sus viviendas, aumento de la desnutrición infantil y aumento de la precariedad y de la pobreza en general expresadas, por ejemplo, en un aumento de las personas que recurren a servicios sociales asistenciales tales como los comedores sociales; o en una disminución de algunas décimas, por primera vez desde que disponemos de ese dato, en la esperanza media de vida al nacer. 

Por otro lado, al margen de la falta de libertad, reconocida por parte de nuestros gobernantes, para tomar otras decisiones (¿cuáles?), se dispara la prima de riesgo lo que obliga a suponer que el Estado, como deberá dedicar mayores sumas de dinero a pagar los intereses de la deuda, dispondrá de menos dinero para prestar los servicios sociales, estimular la productividad y la investigación científica, pagar los salarios a sus funcionarios… Y, consecuentemente, seguirá aumentando el paro al mismo tiempo que volverán a disminuir las prestaciones al desempleo, se realizarán nuevos recortes en las prestaciones sociales en general y en educación y sanidad en particular, volverán a disminuir los salarios y se rebajarán las pensiones, volverán a aumentar los impuestos y los precios, etc. Y, consecuentemente, seguirá empeorando nuestra educación y nuestra salud y nuestras condiciones de vida en general (¿quién habla ya de bienestar?). 

Resulta oportuno recordar ahora que, en el pasado mes de marzo, un informe, nada menos que de las Naciones Unidas, señalaba los riesgos económicos que suponía el hecho de “vivir demasiados años”. Asimismo, un grandísimo experto, nada menos que presidente de la Asociación Española de la Banca, Miguel Martín, se despachaba afirmando que ¡los sueldos deberían seguir bajando durante diez años! (¿los suyos o los nuestros?). Como se ve, propuestas razonables para solucionar los problemas no faltan. Pues bien, empecemos cumpliendo lo segundo, rebajar los sueldos (ya estamos en ello) y así evitaremos lo primero, dejaremos de vivir demasiados años. Si esa ha de ser una “solución”, bienvenida sea. 

Ahora bien, como con todas estas medidas no sólo disminuye el bienestar sino que aumenta el sufrimiento, la carestía, el malestar en general… Es decir, como con todas estas medidas, realmente, nos están jodiendo (¡Qué se jodan!) ¿Por qué no acelerar el proceso y, así lograr una solución más rápida, generalizada y efectiva? En definitiva, ¿Por qué, en lugar de jodernos, no se gasea directamente al 80% de la población, aquella que, de ninguna manera, puede acceder a los bienes de lujo? ¡Muerto el perro, muerta la rabia! 

Jesús Contreras. Antropólogo

1 comentarios:

SUGAR AND SPICE AND ALL THINGS NICE dijo...

Ya lo dijo el profesor emeritus de física Albert Bartlett de la universidad de Colorado Boulder, cuando explica la función exponencial, esto y el estado de bienestar es lo que está perjudicando a la tierra - por lo cual hay que reducir el bienestar y a su vez se reducirá la población.

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