La presente petición de artículos tiene por objeto los movimientos sociales surgidos en 2011 (indignad@s, primaveras árabes...) y el análisis de las situaciones cotidianas que llevaron a
su eclosión. Nos interesa dar cuenta de ellos, bien desde una
aproximación basada en el trabajo de campo, bien desde una teorización
antropológica. Fecha límite para la entrega de textos:15 de julio de 2012.
Entendemos, no obstante, que el conjunto de fenómenos que tienen cabida en esta “etnografía de la indignación” del caliente 2011 no se agota en los ejemplos hasta aquí citados. A la lista habría que sumar las movilizaciones portuguesas de Geraçao à Rasca, las revueltas de los estudiantes chilenos, las manifestaciones y luego los disturbios londinenses, las protestas rusas contra Putin, etc.
A la espera de lo que nos depare un 2012 que no se prevé menos
turbulento, el 2011 posiblemente sea recordado como un año clave en la
historia de la política de movimientos. Desde su arranque con las
incendiarias Primaveras Árabes, la concatenación de las revueltas que
han ido eclosionando sumó una crisis de gobernación a la crisis
económica y financiera. Si, doce años atrás, los gritos de las redes
alterglobalización abogaban en Seattle por una revuelta que fuese “tan
global como el Capital”, parece que ésta ha tenido y está teniendo
lugar. Sin duda, entre ambos fenómenos existen otras muchas conexiones:
encabalgamientos de ideas, continuidad de activistas y organizaciones,
luchas en su momento perdidas y más tarde retomadas, etc.
Esta concatenación de tiempos y traductibilidad de los movimientos es
algo que nos parece importante enfatizar. Al fin y al cabo, la Puerta de
Sol, y tantas otras que se sumarían después, fueron tomadas en alusión
directa a la Kasbah y Tahrir. Al nuevo sujeto que aparecía y se
distribuía con la diáspora ibérica, “l@s indignad@s”, respondió
rápidamente un movimiento homólogo en Grecia, haciendo resonar en la Acrópolis ateniense la llamada “Peoples of Europe Rise Up”. Y así como
los griegos asediaron su parlamento, los madrileños y barceloneses no
tardaron mucho en hacer lo propio, confirmando una ida y vuelta del
mutuo contagio de unas protestas que terminarían por cruzar el océano
para irrumpir frente a Wall Street.
Ha sido común a todos estos movimientos su respuesta a la crisis por
la vía de la exigencia de una radicalización democrática. Tal fue el
caso, sin duda, de Túnez, Marruecos o Egipto, también en el Estado Español donde
la demanda de una cibernetizada “democracia 2.0″ vino acompañada de la
apelación a una “Segunda Transición”.
Este hecho contrasta con el avance
en casi todos los países europeos de partidos de ultraderecha de cuando
menos dudoso cariz democrático, así como la en absoluto democrática imposición por los grandes actores económicos de los llamados presidentes
“tecnócratas”. Frente a las Nuevas Derechas y viejos repertorios de
cualquiera sea el espectro político, las movilizaciones han hecho
florecer actores políticos insospechados, llegados como una enorme flash
mob con todo un repertorio de estrategias, emblemas e iconos novedosos:
desde el “Error 404. Democracy Not Found” al protagonismo hacker de
Anonymous, hasta la constante referencia a la realidad silenciada de Islandia, o judicialmente decapitada de Wikileaks.
Entendemos, no obstante, que el conjunto de fenómenos que tienen cabida
en esta “etnografía de la indignación” del caliente 2011 no se agota en
los ejemplos hasta aquí citados. A la lista habría que sumar las
movilizaciones portuguesas de Geraçao à Rasca, las revueltas de los
estudiantes chilenos, las manifestaciones y luego los disturbios
londinenses, las protestas rusas contra Putin, etc.
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