
Del libro "Piornal, estudio sobre una población de la serranía extremeña"
Capítulo VI, 'El protagonismo de una botarga carnavalesca'. Javier Marcos Arévalo. Cáceres 1999.
Coordinación de la obra, Fernando Flores del Manzano. Edición costeada por Miguel Cruz Sagredo con la colaboración de la Caja de Extremadura y la Institución Cultural "El Brocense" de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres.
Capítulo VI, 'El protagonismo de una botarga carnavalesca'. Javier Marcos Arévalo. Cáceres 1999.
Coordinación de la obra, Fernando Flores del Manzano. Edición costeada por Miguel Cruz Sagredo con la colaboración de la Caja de Extremadura y la Institución Cultural "El Brocense" de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres.
Entre las desaparecidas, viva todavía en la memoria de algunos vecinos, cabe nombrar el Día o la fiesta de San Juan. Entre las ceremonias mas destacadas estaban el corte del roble, pinchote, y el sorteo de los cargos de los encabezados, responsables de «pedir» y «cobrar el toro» de San Roque. La breve descripción que presento a continuación es fruto, básicamente, de la información recogida entre 1982 y 1988 durante mis frecuentes visitas a Piornal, del material obtenido durante mi presencia física en las fiestas de Jarramplas en los años 1981 y 1987 y de la consulta de la bibliografía existente sobre el tema1.
El ciclo festivo anual de Piornal comprende la semana de los quintos, los carnavales, Semana Santa, el día del Señor, San Cristóbal, la fiesta de la Virgen, Nuestra Señora de la Asunción, San Roque, con las ceremonias del regocijo, el ramo, las rondas y los toros; los santos con los calbotes y la Nochebuena con los villancicos y aguinaldos.



En diversas localidades del norte cacereño y en el sureste de la provincia de Badajoz las estructuras socioeconómicas no presentan rígidas jerarquías, llamativas diferencias sociales, estratos económicos antagónicos... La realidad social muestra comunidades integradas, igualitarias. Circunstancias que se traducen durante la celebración de ciertas fiestas en la existencia de mayordomías.

Cuando los fríos de enero se apoderan de la serrana localidad de Piornal, situada a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar, entre las fértiles y bellas comarcas del Valle del Jerte y de la Vera, se festeja en los días 19 y 20 una original fiesta en honor de San Sebastián: el «Jarramplas». Nada cierto y probado con base documental hay sobre sus orígenes; pero, antes de entrar a exponer las versiones, transmitidas por vía oral, que al respecto circulan por la comarca, considero conveniente, a fin de valorar con mayor precisión la descripción que en las siguientes líneas transcribimos, recordar, aunque someramente, los datos más relevantes de la hagiografía del Santo en cuya memoria se conmemora la fiesta. Muchas de las coplas cantadas en estos días aluden a su condición de militar, y es que, a San Sebastián, oficial del ejército romano bajo las órdenes del emperador Diocleciano hasta que, confesada y hecha pública su fe cristiana, se le sometió a persecución, muriendo como mártir: asaeteado y a palos. Hasta aquí la historia.

Sea como fuere, para nosotros lo importante es que, a lo largo de la geografía nacional, y en concreto en varias comunidades próximas a Piornal, y siempre dentro de la provincia cacereña, se evocan por las mismas fechas, como ocurre con el Taraballo, de Navaconcejo; el Boo o Zampagijo, de Pasarón de la Vera, y con el Pero-Palo, de Villanueva de la Vera, en carnaval2, festejos con evidentes paralelismos. En efecto, el esquema mitico-histórico-legendario de referidas celebraciones es, de algún modo, semejante. Así, nos encontramos con que los casos citados hay un personaje central alrededor del cual gira la fiesta, que son condenados por cometer los mismos delitos (robo de ganados, transgresión del orden social establecido, etc.), y que, también, los cuatro son expuestos a la burla vecinal.
Hacer de «Jarramplas» es la materialización de esa promesa. No obstante, en los últimos años no ha sido raro que en el papel de Jarramplas se turnasen dos vecinos. Pero últimamente, dado el riesgo que conlleva el serlo, no es nada fácil encontrar voluntarios a tal fin, émulos de San Sebastián. Y así, en los años que nadie se ofrece, hace de botarga uno de los miembros varones de alguna de las familias que son devotas del santo y que lo tienen por tradición. Si bien cualquier vecino puede ser el protagonista de la fiesta. El único requisito que se exige para ello es el de estar apuntado, con meses de antelación a la celebración, en la lista que controla, con esta intención, el señor cura párroco.
Una segunda parte, cosida a la anterior, que da vuelta a la cabeza y al cuello, y en la que van pintados unos terribles dientes blancos y donde hay unas aberturas para los ojos, en la que, para evitar sean dañados por los proyectiles que durante estos días arrojan a «Jarramplas», se colocan unas telas metálicas. En esta sección, que es doble, se colocan interiormente, entre cartón y cartón, unos refuerzos de espuma y tela metálica como material amortiguador.
Los dos descomunales cuernos que se cosen al cuerpo central y que por su forzada curvatura casi se tocan en las puntas, constituyen la tercera parte. La cuarta y última estaría formada por la poderosa nariz roja que sobresale llamativamente del perfil de la careta. Por detrás, además, lleva la máscara un sistema de cuerdas corredizas que van atadas al cinturón que traviesa diagonalmente el pecho y sirve para sujetar el tamboril y para fijar la carátula, de la que cada año se hacen dos o tres ejemplares. Lo que puede dar idea del castigo a que se somete a su portador.
Era tradición que el día 19 Jarramplas se pusiera una de las caretas del año anterior Lo que puede entenderse como un hecho de mera funcionalidad: aprovechar lo viejo, la tan conocida reutilización de los materiales en las sociedades rurales; pero otros son también los significados que nos sugiere el hecho de conservar de un año para otro la máscara vieja: de un lado se trata, previsiblemente, de no interrumpir el continuum cultural que constituye el proceso festivo y, del otro, metafóricamente cabe conferir a la máscara y, por ende, a su portador, un sentido protector auspiciado por el buen desarrollo de la fiesta del año anterior En cierta medida el significado latente cabria relacionarlo con las ceremonias que a través de expresiones, objetos, productos, etc., fundamentan y articulan el paso de lo viejo a lo nuevo.
Como distintivos característicos lleva «Jarramplas», también dos gruesas cachiporras.

Ya en este preciso momento el pueblo entero presenta una peculiar imagen. Su fisonomía cambia hasta tal punto que parece estar todo en obras: cabinas telefónicas, ventanas, balcones, terrazas, cristaleras, etc., se cubren con maderas, tablas, toldos, mantas y otros elementos al objeto de resguardarlos de los «proyectiles» que en estos días se lanzan. La metamórfosis que en estos días experimenta el pueblo es un aspecto apenas tratado.

Además, por su patronazgo, es el responsable directo de «Jarramplas», debiendo procurar tanto que no se extralimite como de que no se transgreden las normas de las fiestas con el consiguiente peligro para el enmascarado. Aspecto importante en la celebración es la relación de clientelismo que se produce entre la mayordomía y «Jarramplas» y su familia.
Por la tarde, hacia las cuatro, la mujer del mayordomo y sus familiares -siempre hembras-, ni siquiera el sacerdote puede estar presente, van a la iglesia a limpiar, adornar, vestir y poner en sus andas al Santo. Poco después, hacia las siete, se anuncia la fiesta próxima a toque de tamboril y con repiques de campanas. De casa del mayordomo, con él acompañado de la chiquillería, sale «Jarramplas», sin máscara y golpeando el timbal, a dar una vuelta, que bien podríamos calificar de «contacto» con la atmósfera festiva, al tiempo que a tomar unas copas. El significado del acto es hacer público el inicio de la fiesta.

Las coplas, que se van entonando por un tradicional recorrido que evoluciona preferentemente por parte antigua, aluden a la vida de San Sebastián. Durante el itinerario, el pueblo va engrosando las filas de la comitiva. Terminada la primera vuelta, en cuyo trayecto el mayordomo se ocupó de apuntar en una lista las familias, amistades y vecinos que en la segunda desean se les visite, se regresa al punto de partida, a la puerta de la iglesia. Es ahora, iniciada la segunda vuelta, cuando los familiares del mayordomo, provistos de sacos y de cestos, recogen los productos que le ofrecen sus convecinos.
En las casas donde se detiene el cortejo son invitados los receptores de las ofrendas a degustar artículos rituales, tales como vino, chacina, tirabuzones y otros dulces... Finalizada la ceremonia, alrededor de las cinco de la mañana, se reúnen, a instancia del mayordomo, en su hogar o en un garaje o almacén cedido al efecto para saborear las migas. Son los jóvenes, el mayordomo, «Jarramplas» y su mujer, que debe estar aquí obligatoriamente, los que rematan la noche.

Una de las mujeres porta un canastillo de mimbre al objeto de recoger las limosnas que en el itinerario van ofreciendo, y que posteriormente se invertirán en pagar parte de los gastos de la fiesta. El pueblo, compuesto en esta ocasión fundamentalmente por mujeres, cierra la comitiva. Al regreso, en la puerta de la iglesia, antes de entrar la imagen, procede el sacristán a subastar las andas del Santo. Seguidamente, ya dentro del templo, se celebra la misa mayor y se canta la Rosca de San Sebastián. Es ahora, como en la procesión, cuando las chicas del coro, ataviadas con «el traje regional», y «Jarramplas», con el tamboril y sin mascara, cantan la Rosca en unión el mayordomo y de hombres y mujeres devotos.
«Jarramplas» se coloca en lugar destacado junto al coro y al vecino que ostenta el patronazgo del fasto acontecimiento. Las letras de la Rosca se refieren al martirio de San Sebastián y la mayoría, de carácter hagiográfico, resaltan su condición de militar. Finalmente, tanto los que fueron a misa como los que no asistieron a ella se concentran en la periferia de la plaza de la iglesia en sus proximidades y taponando las bocacalles que en ella desembocan. Se espera ansiadamente la salida del personaje que retiene la atención de todos: «Jarramplas».

Es el momento de máxima emoción. «Jarrampas», impasible, no sólo no se resguarda, sino que da varias vueltas a la plaza, arrodillándose en varias ocasiones e incluso -y es tradicional- sube al pretil de la fuente que está en medio de la plaza y convirtiéndose en señuelo de todos, ofrece un fácil blanco. A distancia razonable, pero próximo a él le sigue el mayordomo con la misión de cogerle las cachiporras si se le caen y que, en ocasiones, además de servirle para intentar desviar la constante lluvia de proyectiles que le arrojan, también se utilizan para intimidar a los atrevidos agresores que se le aproximan, burlando la vigilancia del mayordomo más de lo permitido.
En estos casos -sin poderse definir a «Jarramplas», por otra parte, como máscara fustigadora- es cuando arroja sañudamente sus cachiporras contra los que traspasan el límite simbólico. De todos modos, la máscara sufre importantes desperfectos y su portador un considerable castigo. No es raro, pues, que sobre todo en los últimos años, a consecuencia de los fuertes disparos a que se somete, finalice la actuación con heridas de cierta consideración. Motivo por el cual, desde hace unos años y coincidiendo con el reseñable aumento experimentado en la agresividad popular, especialmente en los mozos, el Ayuntamiento emite unos bandos instando a que, como en la antigüedad, sean únicamente los niños y niñas de hasta catorce años los que disparen contra «Jarramplas». No son, sin embargo. tenidos en cuenta dichos edictos municipales y por ello los efectos perseguidos son nulos. Hay que decir, además, que son los quintos los que vulneran con su ritual actitud violenta toda norma municipal, que por otra parte, es de algún modo lo que se espera. Circunstancia, de otro lado, que hace que cada año sea más difícil encontrar voluntarios para desempeñar el papel de protagonista.

A la una descansa por unas horas del martirio saliendo, sin máscara, en compañía del mayordomo y de las chicas del coro, a cantar por las calles del pueblo la Ronda -especies de rondeñas que son distintas cada año-. Las chicas y los familiares encabezan la partida ataviados con el «traje regional». Después del pasacalle van a comer. Pero pronto, de nuevo, terminado el agasajo, sale «Jarramplas» por el pueblo recibiendo otra buena dosis de nabazos. patatazos, bolazos, etc.
El último acto público se celebra a las cuatro y media de la tarde. El «Jarramplas», acompañado del mayordomo, de sus familiares y de mujeres de edad reza el rosario en la iglesia. Es ahora cuando se sube a San Sebastián a su trono. A continuación, ya sin máscara, sale a dar una vuelta y a tomar algún refresco. El ceremonial concluye con el rito de la entrega de la ropa y cachiporras del «Jarramplas» al mayordomo.
Cada año se repite inexorablemente la fiesta a partir de las pautas establecidas por la tradición. Una ceremonia de la que nada hemos escrito, y que, sin embargo, consideramos de gran interés, es la de vestir a Jarramplas, en la que, como en circunstancias similares, no faltan ciertas dosis de secretismo.
1.- Sobre la fiesta conocemos la siguiente bibliografía:
- Extremadura. Consejería de Turismo. Transportes y Comunicaciones, Mérida 1 986.
Fernán Chamón. A. L.: «El Jarramplas de Piornal y el Taraballo de Navaconcejo. Una aportación al estudio de las máscaras festivas españolas», Rev. Narria, 23-24. Univ., Autónoma de Madrid. Museo de Artes y Tradiciones Populares. Madrid. 1981.
- Flores del Manzano, F.: «Manifestaciones religioso-populares», VIII Centenario de la Diócesis de Plasencia (l189-1989) Jornadas de Estudio. Plasencia, 1991.
- Guadalajara Solera, 5.: Lo pastoril en la cultura extremeña. Institución Cultural «El Brocense». Diputac. Provinc. Cáceres, 1984.
- Gutiérrez Macías, V.: «El Jarramplas», Por la Geografía Cacereña. Fiestas Populares. Impr. Juan Bravo. Madrid, 1968.
- Justel C. y García Galán, A.: «El Jarramplas en Piornal y las Carantoñas en Acehúche, dos curiosas tradiciones», Rev. Alcandora, 2. Madrid, 1985.
- Marcos Arévalo, J.: «Una botarga carnavalesca: El «Jarramplas» y San Sebastián». Rev. F,onteia 1. Caja de Ahorros de Badajoz. Badajoz, 1987 (1985).
- Sayans Castaño, M.: «El Jarramplas y el Ramo de Piornal o Hércules y Caco», Etnología y Tradiciones Populares. Primer Congreso nacional de Artes y Costumbres Populares. Diputac. Provinc. Zaragoza, 1969.
2.- Sobre la fiesta carnaválica de Pero-Palo existe una abundantísima, aunque de valor científico dispar, bibliografía. Valgan como muestra los siguientes trabajos:
- Castañar, F.: El Pero-Palo. Un rito de la España mágica. Editora Regional de Extremadura. Mérida, 1986.
- Caro Baroja, J.: El carnaval (análisis histórico-cultural), págs. 124-6. Edit. Taurus. Madrid, 1979 (2ª edic.).
- Epton, N.: «Reflexiones sobre los símbolos en las fiestas españolas». en Expresiones actuales de la vida del pueblo, Anales de Moral y Social Económica, XLI. Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos. Madrid, 1976.
- García Marcelo, A.: «Villanueva de la Vera. Fiestas del pero-palo», Rev. de Fiestas del Pero-Palo de Villanueva de la Vera. lmpr Mohedano. Navalmoral de la Mata, 1971.
- Riaza. C.: «En Villanueva de la Vera. Pero-Palo, personificación de todos los males, a la hoguera», Rev. Mundo Cristiano, XXVII, 193, 1979
3.- La descripción que realizamos es fruto de nuestra participación en las fiestas de 1984 y 1987. Los datos fueron recogidos a través de la observación-participante y por medio de diversas entrevistas que mantuvimos con informantes naturales de Piornal.
4.-Para conocer el funcionamiento de las mayordomías, véanse: Rodríguez Becerra. S.: «Cultura popular y fiestas». en Los andaluces, Colección Fundamentos. Istmo. Madrid. 1980.Smith, W. R.: El sistema de fiestas y el cambio económico. F.C.E. México, 1981.
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