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APEA estuvo en los Carnavales de Montánchez para registrar  fotográficamente la fiesta de los Jurramachos, una tradición que, aunque está no perdida del todo, cada vez está más en desuso y corre el riesgo de desaparecer.

Afortunadamente una de las comparsas que desfiló el domingo de carnaval eligió el tema de los Jurramachos como reivindicación de la cultura de Montánchez. Tal vez el intenso frío causo que el número de visitantes no fuera muy elevado, una lástima si tenemos en cuenta lo interesante del evento desde una perspectiva etnográfica.

El origen del JURRAMACHO deriva de una antigua y original costumbre de confeccionar disfraces, que ha pervivido hasta nuestros días, convirtiéndose en el referente idiosincrásico y peculiar que caracteriza el carnaval que se celebra en Montánchez.

El tipismo de jurramacho radica en un intento de lograr la irreconocibilidad del disfrazado, como ser amorfo, para trasmitir comicidad, un aspecto macabro o provocar la inversión de sexos. 

En el pasado, el disfraz se elaboraba con ropas diversas, ya en desuso, almacenadas en baúles y arcones. 

Un hombre podía vestir un refajo de aldeana, mientras la mujer usaba unos zahones aderezados, la careta se confeccionaba con un pañuelo o aprovechando la bufanda de lana que se utilizaba para envolver los famosos jamones serrados. Esta costumbre aún pervive entre los montanchegos. 

El mejor disfraz de jurramacho es sin duda, el que con más originalidad combina prendas dispares, para no ser reconocido. Su impacto más característico, es sin duda, el ambiente jovial y la animación que crea, pues recorre sin cesar solo o en grupos, calles y establecimientos, para burlar tanto a amigos o desconocidos. Otros disfraces de carnaval se elaboran con cosas naturales, como: vestidos con hojas de naranjos, agallas, etc. por lo que algunos resultaban bastante llamativos.

Desde muy antiguo se solían escenificar parodias, como la del "labrador", en la cual dos hombres tiraban del arado; y otras como "el "aguador", "la siembra", "la vejez", "las bodas", "chacha con niños", o "la vaquilla"; un hombre disfrazado de toro y su mujer de torera, rodeados por un grupo de jóvenes que perfilaban la plaza.


Las "estudiantinas" constituían otro referente del carnaval, grupos de chicos y chicas, procuraban llevar trajes idénticos y solían ser de la villa o de lugares comarcanos, recorrían la localidad de barrio en barrio, cantando coplillas ya antiguas u otras que improvisaban con referencia a casos o sucesos.

Crónica y fotos: José Prieto (APEA).

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