Dice la -en este caso- equivocada cultura popular que un ejemplo de la adaptación de la lengua al medio en el que vive es que los esquimales tienen multitud de palabras para designar la nieve. El origen de este error se sitúa en el antropólogo Frank Boas, que en 1911, explicaba esto con cuatro palabras de diferente lexema para otros tantos tipos de nieve.
Aunque, como señala el programa de conservación de lenguas Sorosoro, el propio Boas explicaba que lo que sería expresado por una sola palabra en inuktitut puede serlo por un grupo de palabras en otra lengua, el daño estaba hecho y diferentes publicaciones científicas espolvorearon esta idea por el saber popular aumentado de manera exponencial el número de palabras que los esquimales utilizaban.
Pero que no cunda el pánico. Hay una muestra con más palabras y mucho más cercana: El idioma gallego contempla más de 70 vocablos para su nieve particular: la lluvia.
Elvira Fidalgo, profesora de Filología Románica en la Universidad de Santiago, hizo su tesis sobre la formación de las palabras gallegas para lluvia. “Los términos de Galicia”, explica, “como en la mayor parte de las lenguas romances, parten del pluvia latino, que era el elemento específico que caía cuando llovía”. Está acción, la del “agua de lluvia que cae”, era inver, de donde deriva el nombre de la estación más fría del año. Los hablantes de las lenguas románicas fueron poco a poco inventando nuevos nombres para el mismo concepto y variaciones del mismo, “entrando en cuestión cosas como el aspecto del día, el ruido que hace el agua al caer o las metáforas”.
Fuente y Seguir Leyendo: Yorokubu.
Más Información: "La metáfora en las designaciones de la lluvia", Elvira Fidalgo Francisco, Revista Estudios Románicos, ISSN 0210-4911, Nº. 7, 1991 , págs. 61-68.
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