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El día 3 de Noviembre de 2012 se celebró en la localidad cacereña de Arroyomolinos, “La Sorpresa de Arroyomolinos”, rememoración de la batalla que tuvo lugar en esta población durante la guerra de la independencia en 1811.

Gema Paredes, Manuel Trinidad y Joaquín Valhondo, como miembros de A.P.E.A. disfrutaron de este evento gracias a la generosidad de todo un pueblo que no dudó en acompañarnos y explicarnos este ritual creado por ellos mismos hace tan solo tres años y que moviliza a todo un pueblo del cual más de un tercio del mismo se disfraza para recrear “La Sorpresa de Arroyomolinos”. 

A.P.E.A. quiere agradecer a Arroyomolinos y a sus gentes la atención prestada y se compromete a volver el año que viene y a colaborar en todo lo que esté en su mano para dar a conocer esta nueva tradición.

HISTORIA DE "LA SORPRESA DE ARROYOMOLINOS"

En 1811, El Ejército de Wellington luchaba en unión de sus aliados españoles, contra el Ejército de Napoleón en España.

El día 27 de octubre la 5º División británica mandada por el General Hill, se hallaba en Alcuéscar, y los franceses en Arroyomolinos, en la División británica iba encuadrado el regimiento número 34 llamado “The Border Regiment”.

El General Girard ignorante de la persecución de la que era objeto, había desalojado Torremocha, llegando por Albalá a Arroyomolinos, donde se detuvo, una vez estando localizados en el pueblo, los aliados se repartieron las misiones y prepararon el ataque para el día siguiente.

Se montó un vivac en las  afueras del pueblo, junto a un camino al norte del mismo, y para evitar indiscreciones, un cordón de soldados y voluntarios rodeó el lugar con la consigna terminante de prohibir la salida tanto a paisanos como a militares.

La noche fue espantosa, pero en el vivac las órdenes no podían ser mas precisas” prohibidos los toques de cornetas y tambores, prohibido hablar, prohibido hacer fuegos”, con lo cual los soldados ateridos de frío y calados hasta los huesos, tuvieron que contentarse con el poco calor que pudieran comunicarse unos a otros, apiñados en pequeños grupos, resguardándose como podían del viento y de las lluvias con sus capotes y mantas.

Aproximadamente a las dos de la madrugada se pasó en voz baja la orden de “formar armas” a los batallones y todas las tropas empezaron a moverse en silencio.
Venía en la partida de Morillo el Subteniente Don Diego Hernández Pacheco natural de Alcuéscar encargado de la formación de un grupo de guías del país a fin de conducir las tropas hasta Arroyomolinos.

Hill con la ayuda de éstos combinó las direcciones del ataque de tal forma que no se le escapase la codiciada presa, Pacheco iba reconociendo el campo y guiando a las columnas del ejército y mandando que los jinetes entrapajaran las partes metálicas del arnés y las vainas de los sables para apagar los ruidos.

A las siete de la mañana se hallaban todas las columnas en la depresión del río Aljucén, sin haber sido descubiertos por los franceses, los jefes aliados arengaron a sus tropas y mandaron desplegar sus banderas.

Girard ajeno al golpe estaba preocupado por alcanzar el grueso de su ejercito y a las cuatro de la mañana despachó a Remond con una brigada por el camino de Medellín poniendo a salvo sin saberlo a la vanguardia francesa.

Girard se hallaba en la casa del alcalde de Arroyomolinos haciendo preparativos para marchar cuando oyó los primeros tiros disparados contra la caballería española que tuvo el honor de iniciar la acción, pero sin darse cuenta de lo que le venía encima ordenó apresurar la salida de sus tropas decisión muy desafortunada recibiendo los primeros embates de los aliados, mientras la infantería francesa se encontraba en las calles del pueblo esperando viéronse atacados por tres lados distintos, Girard vio aparecer a dos soldados enemigos a galope por las calles y en un instante se encontró rodeado y tuvo que abrirse paso sable en mano, consiguiendo reunirse con parte de su infantería. 

La caballería francesa no pudo dar la voz de alarma debido al viento y a la niebla que aprovecharon los aliados para apresarlos por las callejuelas del pueblo, los franceses caían a centenares pero se defendían como bravos.
Puestos en fuga a las afueras del pueblo fueron perseguidos por los regimientos ingleses de las columnas del centro con la caballería española a la cabeza bordearon las casas para estorbarles la huida, viendo los galos que no podían reorganizarse arrojaron sus enseres, mientras la columna del lado derecho les cortaba la retirada hacia la ladera sur de la sierra y hacia los caminos de salida. (De Medellín y Mérida)

Los habitantes de Arroyomolinos se incorporaron a los aliados por las calles del pueblo sin temor al enemigo y con gran entusiasmo con vítores y aclamaciones llevando a los soldados víveres y agua, prestándose a transportarles las  municiones y a servirles de guías en la persecución de los franceses.

Girard herido consiguió mantener 600 hombres y comenzó a retirarse por la carretera de Trujillo pero ya estaba taponada por los aliados (ingleses, portugueses y españoles), agotados se adentraron en la niebla de las empinadas espesuras de la sierra de Montánchez, escalando trabajosamente los escabrosos canchales por donde escaparon.

ANÉCDOTA

Durante el día anterior a la batalla los pobladores de Arroyomolinos abandonaron sus casas y se fueron a vivir en chozos a la sierra, para escapar de la ira de los franceses, por lo que durante el día de la batalla los habitantes esparcidos por la sierra se escondían al abrigo de las peñas para no ser visto. Y así fue, según cuenta la historia popular y según ha sido transmitida de forma oral a lo largo de tiempo, una mujer embarazada, ya en avanzado estado de gestación, tuvo que dar a luz en la zona conocida como “El Hinojal” mientras la batalla se estaba desarrollando a su alrededor, y debido a ello su hijo fue conocido con el sobrenombre de “JinoJino” que a la vejez pasó a llamarse “Tío Jinojino”.

TESTIMONIOS DE LA BATALLA EN LA ACTUALIDAD

En el Ayuntamiento de Arroyomolinos se encuentra un regalo de The Border Regiment. Se trata de una magnífica pieza de metal esmaltado y policromado montado sobre un tablero de recia madera en forma de escudo con el emblema del regimiento y grabado Arroyomolinos, además existe un cuadro pintado a mano que representa a los soldados ingleses con sus uniformes.

El Ejército español en años posteriores a la guerra creó La Cruz De Arroyomolinos para premiar al valeroso comportamiento de nuestras tropas.

El Arroyo Day : El día de Arroyo en el castillo de Carlisle

Es una ceremonia muy curiosa que celebra el I batallón del Border en la Plaza de armas del histórico castillo de Carlisle-erigido por Guillermo II prisión de María Estuardo-los tambores franceses son un conjunto de muchachos de la banda del regimiento ataviados a la usanza francesa de 1811, forman a la cabeza de las fuerzas batiendo las cajas arrebatadas al enemigo en la batalla de Arroyomolinos.

El tambor mayor se adelanta empuñando orgullosamente el bastón del derrotado tambor mayor auténtico, da la novedad al jefe y se reúne con su gente, efectuándose a continuación una de las evoluciones(al compás de La Marsellesa) y tras otros actos diversos, la parada termina con un brillante desfile. Este día se considera festivo y es uno de los que con mayor brillantez conmemoran, se celebran bailes, fiestas y la banda interpreta unos aires españoles durante la comida, la partitura de estos aires figura en la colección de composiciones reglamentarias del cuerpo.

El cuartel general del Border Regiment, que tiene uno de los más gloriosos historiales del ejercito británico, se encuentra en el castillo de Carlisle, en el condado de Cumberland, cuya campaña en Arroyomolinos es una de las que con más orgullo recuerdan los hombres del Border, donde el regimiento capturó y apresó un batallón del 34 regimiento francés del que se conservan un tambor mayor francés y su largo bastón además de los tambores de la banda y los morriones de los vencidos que se adornaban con borlas y pompones de color blanco y rojo. Éstos fueron cambiados más tarde por la divisa de Arroyomolinos que figura en la insignia regimental.

En Alcuéscar en la casa solariega de los Hernández-Pacheco se encontraban los trofeos que se llevó el Subteniente como recuerdo de la gran victoria, un magnífico sable de caballería, con otras armas y recuerdos del brigadier Pacheco.

Es un arma magnífica, grande, fuerte y ligera además de manejable sin esfuerzo ni dificultad, de empuñadura elegante y cómoda, de metal dorado, artísticamente labrada y cincelada, como asímismo las abrazaderas y anillas de la vaina. 

En la hoja tiene fuertemente grabado un letrero que dice: Vive le Roi, lo que nos indica que perteneció a un jefe de categoría pues su antigüedad es de poco más de un decenio anterior a Napoleón. Es un arma de Abolengo, que podría pertenecer al duque de Aremberg, al general Brun o a cualquiera de los muertos o prisioneros ilustres en la batalla de Arroyomolinos.

Fotografías: Joaquín Valhondo.
Fuente y Más Información: La Sorpresa de Arroyomolinos.

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